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EL NIÑO Y EL ARTILLERO 
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EL NIÑO Y EL ARTILLERO: EL ÚLTIMO BESO

Quien no ha visto la película interpretada por Charlton Heston, “55 días en Pekín” y no se ha enternecido durante las escenas en que el protagonista, un mayor (comandante) del Ejército norteamericano, se hace cargo de la hija de su compañero, otro oficial caído en el combate o, el final de la película “Boinas Verdes”, interpretada por John Wayne en la que también este, se hace cargo de un pequeño vietnamita al colocarle la boina verde sobre su cabecita ya que había perdido también al sargento que de él cuidaba. Son historias en las cuales, siempre se puede decir que son película pero que conmueven y que todo y ser ficción, son historias reales como la que tuvo lugar aquellos calurosos días del verano de 1921, en que por acción de las huestes de Abd-el-Krim, la Comandancia de Melilla se vino abajo, siendo uno de los mayores descalabros del Ejército español y aún y así, hubo muchos rasgos de valentía y heroísmo.

Esta, es una historia real, que encontré navegando por las páginas de la prensa de aquellos años. La crónica de dos personas que murieron a manos de los rifeños, el 9 de agosto de 1921, un pequeñín de dos años, al que un pobre artillero, de la 1ª Batería de Montaña del Mixto, herido con tres balazos, que se replegaba junto a otros, desde Annual a Monte Arruit, y que encontró llorando sólo en el borde de la carretera y junto al cadáver de su madre (4), que conducía a aquella maltrecha fuerza castigada por los rifeños llevándole con él, hasta que al caer la tarde del 23 de julio de 1921, arribaron a Monte Arruit.

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En aquellos días de julio y agosto de 1921, habían buscado refugio en la posición de Monte Arruit tras el descalabro que había sufrido el Ejército español a manos de las huestes de Abd-el-Krim los restos del mismo y que provenían del resto de posiciones que ya habían caído, entre otras Annual. Con las tropas, no sólo llegaron militares sino también civiles entre ellos, niños. Sobre los niños, el Teniente Coronel D. Eduardo Pérez Ortiz, del Regimiento de Infantería de San Fernando, en su diario que más tarde se publicó bajo el título “18 meses de Cautiverio”, recordaba el detalle siguiente con respecto a los niños y el reparto del agua en aquel caluroso verano del 21 (textual) (7).

“…Niños pequeños se presentan con un cacharro, y, con su carita entristecida miran medrosos al que distribuye el agua, al oficial que vigila el reparto, y se sabe que alguien ha tomado su parte, pero… repiten: ¿quién es capaz de negársela? Cuando esta penosa labor que todos los días presencio termina, ocurre siempre lo mismo: nos han engañado; no puede haber tanta gente como raciones se nos han pedido…”

El cálculo de fuerzas militares que había en aquellas fechas en Monte Arruit, según dejó constancia D. Eduardo Pérez Ortiz, era la siguiente: (7)
Regimiento de Infantería de San Fernando nº 11: 670 individuos de tropa. Regimiento de Infantería de Ceriñola nº 42: 315 individuos de tropa. Regimiento de Infantería de África nº 68: 210 individuos de tropa. Regimiento de Infantería de Melilla nº 52: 130 individuos de tropa. Escuadrones de Caballería de Alcántara nº 14: 88 individuos de tropa. Fuerzas de Artillería: 450 individuos de tropa. Ingenieros Zapadores: 350 individuos de tropa. Intendencia : 12 individuos de tropa. Total fuerza combatiente: 2.225 hombres. Jefes y Oficiales del Regimiento de Infantería de San Fernando: 33. Jefes y Oficiales de otros Cuerpos: 77.
A la llegada de las tropas y civiles, se calcula en Monte Arruit debía de haber unas 3017 personas. Los víveres que había allí, para la manutención de todas esas almas que aguantarían 12 días de asedio, eran de 23 sacos de arroz, 16 de judías y 10 de garbanzos. Había también algo de café, y 209 litros de aceite. El resto de las viandas, provendría de lo que pudiese llevar cada uno en su zurrón y del sacrificio de los caballos que allí había. Otro gran problema fue el agua ya que esta, se debía de traer a la posición que ocupaba una superficie de unos 10.000 metros cuadrados de un pozo fuera del recinto. (8). Sobre las armas y municiones que en Arruit había, Celso Almuiña Fernández, cita en “El Desastre de Annual (1921) y su proyección sobre la opinión pública española”, que (textual) (8): “…Doce días va a durar el asedio de los rifeños a Monte Arruit, en donde han conseguido refugiarse un total de 3017 hombres los cuales disponían de escasas municiones y víveres…”
Las cantidades de víveres, ya se han mentado y con respecto a las municiones, D. Celso Almuiña cita: “…el Cuerpo que más logró reunir fue el regimiento de San Fernando, que al comenzar el asedio poseía 11 cargadores, o sea, 55 cartuchos por combatiente, con los que defendió en 12 días e hizo la mayor parte de las aguadas. Ceriñola por ejemplo, para 280 hombres tenía solo 200 fusiles, reunió 30 cartuchos por arma, y una caja en reserva que no llegaba a 200 cargadores…”

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2023 01 09, 8:34
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Mensaje sin leer Re: EL NIÑO Y EL ARTILLERO
El asedio a Monte Arruit

De lo acontecido en la última posición que aguantaba tras la caída de Abarrán, Igueriben, Annual, Ben Tieb, Bufahora, Cheif, Dar Drius, Batel, Tistutin, de donde partía el ferrocarril a Melilla, y Zeluán, aquel caluroso verano de 1921, el rotativo madrileño “La Época”, del jueves 11 de agosto, daba a conocer, bajo el título “…La Tragedia de Monte Arruit…”, daba a conocer a la opinión pública, lo que en dicha posición acaeció durante su asedio, de la forma siguiente (textual): (9).

“…La Tragedia de Monte Arruit. La defensa heroica. Lucha imposible. Parlamentando con el enemigo. Nueva traición de los moros. El general Navarro en poder del enemigo. La hermosa página guerrera de Monte Arruit, que en el recuerdo de la actual contienda ocupará siempre un glorioso lugar, ha terminado con una traición de los moros, como la tragedia de Zeluán, como el inhumano episodio de Bu Ermana. El parte oficial, en su absoluto laconismo, no da detalles del doloroso hecho y particularmente no se ha tenido noticia ninguna, El publico que ha seguido con extraordinaria y justa ansiedad los episodios e incidentes de esta lucha homérica, espera con vivo interés detalles del desenlace.

Profundamente lamentan todos este triste término de la gloriosa tragedia entre cuyas víctimas figuran el valiente Primo de Rivera y el bravo comandante Simeoni. El baluarte de Monte Arruit, tan heroicamente sostenido, en lucha contra todas las penalidades, era jalón de gloria de esta lucha, que hacía olvidar otros dolores, otras hondas amarguras. Desde que se inició la retirada de las fuerzas del general Navarro, cumpliendo las órdenes del general en jefe, a través de los trágicos desfiladeros en los que los soldados españoles cayeron acribillados por las balas enemigas, todos han seguido con animación y creciente anhelo la terrible odisea.

Página honrosísima de esa retirada fueron las cargas de los valerosos soldados del Alcántara al mando del teniente coronel Primo de Rivera. Desde Dar Drius el repliegue a Batel y Monte Arruit, se hizo sosteniendo el prestigio de la bandera con una resistencia indomable, con un espíritu de abnegación increíble, con un valor heroico.

En torno al ilustre general Navarro se apiñaron unos cuantos centenares de españoles beneméritos. . Allí fueron recogidos los fugitivos de Anual y de otras posiciones, después de los primeros horrores de la tragedia. La entereza, el valor y el patriotismo de Casa Davalillo, prestó a todos nuevos alientos y la disciplina se mantuvo inquebrantable, y todos jefes y oficiales y soldados cumplieron en valor y en espíritu de sacrificio.

Día por día hemos seguido la lucha sangrienta y heroica librada en Monte Arruit, de la que apenas se sabía nada. Los partes del general Navarro eran siempre concisos, lacónicos, desesperantes; “No ocurre novedad”. Y se sabía que la posición estaba rodeada por miles de enemigos bien armados, que además disponían de cañones; que el cerco se apretaba cada día más, angustiosamente y que diariamente caían heridos o enfermos algunos soldados nuestros. Algunas veces el parte del general Navarro contenía una línea más, dando noticia de los muertos.

Un día agregaba: -Tengo que añadir a las novedades del día la muerte de Primo de Rivera y de Simeoni- En la posición había unos 400 hombres útiles y más de 300 heridos o enfermos, para cuya asistencia no había más que un médico, enfermo también, víctima de la fiebre. Los que quedaban en pie, jefes, oficiales y soldados, luchaban denodadamente en los parapetos con los fusiles y las ametralladoras. Si alguna vez flaqueó el espíritu de algún soldado antes de que pudiera contagiarse a otros, el general Navarro le dejaba ir, paternalmente, por si a favor de las sombras de la noche podían lograr el refugio de Melilla. ¡Cuantos días de zozobra y de angustia!, ¡Cuantos episodios heroicos y cuanto sacrificio!. Fue terrible la lucha contra el hambre. Faltaron las provisiones muchos días y, cuando llegaron los aeroplanos a aprovisionarles, los víveres eran insuficientes. Los sacos de pan, los paquetes de medicinas y las barras de hielo, caían muchas veces fuera del campamento y había que conquistarlos a tiros, en lucha rabiosa con los moros. Los jarqueños robaron los ganados de que habían podido disponer. Quedaron algunos caballos y cada día se mataba uno para poder comer. Y el último en tomar alimento era el general Navarro, padre más que jefe de aquel grupo de soldados beneméritos. Cuando se logre saber todos los detalles de esta desesperada lucha, aún resaltará más la personalidad del heroico general Navarro, figura gloriosa de esta lucha. Aún fue más espantosa la lucha contra la sed. Los bravos defensores del baluarte de Monte Arruit estuvieron hasta tres días sin agua.

Hubo que salir a conquistar la aguada en una contienda verdaderamente heroica, y a costa de la sangre de muchos hubo agua para todos. Pero en la apretura del cerco y con el aumento extraordinario del enemigo se perdió de nuevo la aguada, y apenas se tuvo ya más que el insuficiente auxilio de las barras de hielo. Y así un día y otro, en lucha desesperada, incomprensible, sostenida con el mismo heroico entusiasmo, con voluntad firmísima de resistir hasta el último instante, sacrificando la vida por la Patria, como Primo de Rivera, como Simeoni, como tantos otros. La gente se preguntaba ¿cómo no se acude en auxilio de esos valientes, para salvar a españoles tan dignos de admiración? Pero el auxilio era imposible, cual en Nador y Zeluán. ¡qué más hubiera querido el ilustre general Berenguer!. Para llegar a Monte Arruit hubiera sido preciso que una fuerza numerosa recorriera cerca de cincuenta quilómetros que le separaban de Melilla, atravesando una comarca sublevada, en que se concentrarían rápidamente más de ocho mil enemigos, perfectamente armados, perdiendo centenares de vidas de soldados no curtidos en la lucha. ¿Se podía en esos momentos afrontar un nuevo desastre? Si fuese tan sencillo llegar a Monte Arruit, el problema de Melilla, tan grave, tan difícil en estos momentos hubiese tenido tan solo una relativa importancia. La resistencia era ya imposible de sostener, por falta de medios, por falta de fuerzas en los hombres extenuados, aunque los espíritus esforzados empeñáronse en sostener la lucha. Era el sacrificio estéril, el holocausto de vidas inútil y se dio la orden de parlamentar, para estipular una capitulación honrosa y para que aquellos valientes volvieran con vida a Melilla.

En los parapetos de Monte Arruit se izó la bandera blanca, y el general Navarro contra su voluntad, consintió en parlamentar con los jefes de la jarca enemiga que llegaron a su presencia. Pero entonces ocurrió lo inaudito, la traición infame de la que habla el parte oficial, cual la desarrollada en la inicua tragedia de Zeluán. Cuando se habían suspendido las hostilidades y callaban las armas y el general Navarro parlamentaba con los jefes moros, acaso contra su voluntad y las órdenes de estos, la chusma mora asaltó la posición y penetro en ella a sangre y fuego. Esto demuestra el espíritu de insubordinación que cunde en la jarca y la falta de autoridad de sus jefes. Protegidos el general Navarro y su Estado Mayor por los moros notables, sus vidas fueron libradas del asesinato. Según el parte oficial, hállanse en la casa del caid Chellal. Todos los españoles formularan en estos momentos ardientes votos para que estas noticias se confirmen y para que el heroico general Navarro vuelva pronto a Melilla…” Cierto era.

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Una vez los soldados españoles entregaron sus armas, los rifeños se abalanzaron sobre ellos entregándose a un verdadero baño de sangre. A tiros, a gumiazos, inflingiendo torturas y otro sinfín de salvajadas, fueron acabando con la vida de la mayoría de aquellos valientes. Prueba de ello, eran las narraciones en prensa aparecían en octubre de 1921, al recuperarse de nuevo por parte del ejército español aquella posición y el dantesco espectáculo que en ella encontraron, como quedará descrito en el diario “ABC” del 26 de octubre de ese año como en tantos otros rotativos de la época. De los defensores de Monte Arruit, sobre unos 3.000, los que no habían caído en el combate, marcharon al cautiverio con el general D. Felipe Navarro muy pocos de ellos ya que se calculaba que pudo haber entre 2.300 y 2.600 muertos. Sobre dicha carnicería, Ricardo Fernández de la Reguera y Susana March en su libro “El Desastre de Annual”, mentaban que una vez el general Navarro había ordenado a la fuerza que entregaran las armas y empezaran a salir del campamento junto a los heridos y enfermos que habían sido colocados en camillas, (textual) (10): “…Ahora se encontraban a cincuenta metros de la posición ¡Como latirían los corazones de aquellos hombres que se alejaban camino de la libertad!. Cincuenta metros…. Se incorporaron de repente dos filas de moros que permanecían escondidos a la espera y empezaron a fusilar a los hombres de la columna desde todos los sitios. Los soldados se dispersaron huyendo locos de terror. Iban cazándolos a tiros o los apuñalaban. Surgieron centenares de moros que mataban y mataban, ensangrentándose las manos, las chilabas y las armas (…) El dia de le rendición habían en Monte Arruit más de dos millares de supervivientes. Allí estaban, ahora todos muertos. Los cadáveres cubrían las laderas. Y la sangre empapaba la trágica colina…” Para hacerse una idea de la matanza que hubo en Monte Arruit a manos de los rifeños, a fecha 8 de agosto de 1921 (un día antes de la rendición), quedaban 1.675 hombres en total contando a un General (D. Felipe Navarro, Barón de Casa Davalillos) y a los Jefes y Oficiales. Había habido hasta el momento, 660 bajas de las cuales, 258 habían fallecido y los 402 restantes, eran heridos (7). Dos de los que en Arruit estaban aquel 8 de agosto de 1921, eran el Artillero González Cabot y el pequeñín de 2 años recogido en la carretera.

El Artillero González Cabot

Esta, es la historia del Artillero Cabot, hijo de D. Agustín González Álamo, labrador de profesión y de doña Águeda Cabot Francés (3), el cual, había ingresado en el servicio el 27 de febrero de 1920 y de un niño, del que se desconoce por el momento su nombre y que quedó recogida en la Revista mensual madrileña “Nuestro Tiempo” correspondiente al mes de julio de 1922. Los hechos, quedaron plasmados de la mano del Teniente Coronel Diplomado en Estado Mayor D. Antonio García Pérez, de la forma siguiente (textual) (1). “…Como murió en África el heroico soldado Pedro González Cabot, que nació en Santisteban del Puerto (Jaén) el 28 de enero de 1898, según folleto publicado en la revista “Nuestro Tiempo”, en el número de julio de 1922. Por D. Antonio García Pérez. Teniente Coronel Diplomado de Estado Mayor. Se hace esta tirada por Acuerdo del Ayuntamiento de 13 de Diciembre de 1922…” Pedro González Cabot. “…Soldado de Artillería y héroe en los trágicos días del mes de julio. Llegan a Monte Arruit los fugitivos de otros campamentos, heroicos jirones de bellísimas defensas; sedientos y extenuados, muchos de ellos heridos, se acogen esperanzados a dicha posición; es el día 23.

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2023 01 09, 8:41
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